¿Por qué se están
muriendo las abejas en Guasca?
De acuerdo con la Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación y
Agricultura (FAO), más de tres cuartos de la comida que consume la humanidad proviene de la interacción de
las abejas (Apis mellifera) con las flores, o polinización.
Sim embargo, la población de este
importante insecto, como señalan autoridades ambientales, disminuye a un ritmo
preocupante. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (Usda) registro
que casi un 30 por ciento de todas sus colonias desaparecieron durante el 2016.
Y lo mismo sucede en la Unión Europea, donde países revelan perdidas de este
tipo de hasta un 90 por ciento.
Si se hacen cuentas, el número de
todas estas abejas muertas alcanza cifras astronómicas, porque en un solo panal
pueden vivir, como mínimo, 70.000 de ellas y no hay un conteo exacto de los
granjeros que se dedican a criarlas (en EE.UU., aproximadamente 5.756, según la
Usda).
Colapso de colonias (o CCD, por
sus siglas en inglés: Colony Collapse
Disorder) es el nombre con que la comunidad científica bautizo este
problema, que desde principios del siglo XXI se relaciona con el uso de
plaguicidas tóxicos para las colmenas, que afectan su sistema nervioso.
Colombia no está a salvo de este
fenómeno. En Guasca, a dos horas de Bogotá, campesinos dedicados a la cría de
las abejas, o apicultores, luchan contra agroquímicos que parecen reducir sus
colonias a un tapete de cadáveres.
El CCD no solo afecta
exclusivamente a este insecto, sino a la especie humana, pues la reserva de
alimentos peligraría en un futuro cuando
la polinización no exista.
“Si las abejas desaparecen ahora,
en cuatro años la humanidad se extinguirá” es una profecía que regularmente se
le atribuye a Einstein, y pese a que es algo exagerada, demuestra la
importancia de este animal en la dieta del hombre.
Por lo menos, así también lo
afirman apicultores de Guasca con Jairo Velandia, quien cuenta con más de 26
años de experiencia en la extracción de miel y polen y no teme decir que “no solo
un 90 por ciento de nuestras cosechas, dependen de la polinización. Sino que
actividades como la ganadería, también”.
Campesinas incansables
Tanto Velandia como los científicos
están de acuerdo en que, gracias al trabajo de animales polinizadores, como abejas,
mariposas y murciélagos, las familias de hoy gozan de la variedad de comida de
los supermercados, hasta en términos de carne. Pero ¿Qué tiene que ver la
polinización de una planta con la cría de ganado?
“Es sencillo _explica el
apicultor_: los granos con los que se alimentan estos animales provienen de la
polinización. Una abeja en busca de néctar se impregna con el polen de una flor
de maíz y gracias a esto, fecunda a otra. De esta interacción sexual nace el
fruto que alimenta al cerdo o la vaca, cuya carne termina sobre nuestra mesa”.
Sin polinizadores esta cadena se
rompe, porque ellos lo mejor canal que tienen las flores para producir se
millas y frutos saludables, como el tomate o el mango.
Por eso, los hombres y las
mujeres de un mundo sin abejas solo podrían tener acceso al pescado y al pan,
pues el trigo se fecunda por sí solo, mediante el roce que produce el viento es
sus espigas.
Ahora, en comparación con el
resto de polinizadores, las abejas son los más eficaces. Incansables
transportadoras de polen, en sus 60 días de vida no hacen más que recolectar el
néctar de cientos de plantas que, luego de regurgitado, se convertirá en miel.
Ninguna de ellas sabe que con cada visita es untada con esporas (o polen) que
fecundan otra flor.
Criar a las nuevas generaciones
de obreras y volverse mejores productoras de alimento hace parte de su función.
Por lo que solo una reina y madre, la única fértil de toda la colonia, es quien
pone los huevos y se reproduce, tan solo una vez en su vida con los pocos
individuos machos, o zánganos, de otras colonias.
Enemigo en las cosechas
A ciencia cierta, no se puede
determinar quiénes son los más beneficiados con esta relación, si las abejas o
las plantas con flor. Lo evidente es que ambas especies son un pilar sobre el
que se sostiene la supervivencia del ser humano. “Si una de ellas dejase de
existir, nos espera una crisis peor que la escasez de petróleo”, afirma
Velandia.
Sim embargo, desde principios del
siglo XXI se empezó a presentar una disminución en la población de abejas en
todo el mundo: el CCD, fenómeno relacionado con el uso poco regularizado de
agroquímicos que afectan el sistema respiratorio de estos polinizadores y que
llevan a la aniquilación entera de sus colonias en horas.
Tan solo entre 2014 y el 2016,
200 de las colmenas que ha criado Velandia durante más de dos décadas
posiblemente sucumbieron por entrar en contacto, por medio del aire, con un
agente químico llamado fipronil, cuyo uso está permitido por el Instituto Colombiano
Agropecuario (ICA) bajo el registro 936, para tratar las plagas que afectan los
cultivos de papa.
“A principios de 2015 ocurrió el
mayor desastre. Perdí 85 colmenas, tras la posible fumigación . Pero cuando denunciamos este episodio a
la Corporación Autónoma Regional Del Guavio (Corpoguavio), autoridad ambiental
en Guasca, respondió que no tenía que ver los tóxicos”, dice el apicultor.
“Envenenamiento”
Además, según informes del 14 de
Agosto del 2014 y del 10 de diciembre del 2015 Corpoguavio, explico: “Para
determinar (…) las posibles causas en relación con la muerte de las abejas, por
el posible envenenamiento por plaguicidas, es el interesado quien debe realizar
los estudios respectivos y bajo su responsabilidad, continuar con su actividad
económica”.
Por esta razón Velandia decidió
tomar personalmente muestras de los cadáveres que sus abejas que pudieron estar
en contacto con el agroquímico. Una evaluación del laboratorio europeo Fytolab,
ubicado en la autopista Medellín con la vía Parcelas, en Cota, Cundinamarca,
del 30 de marzo de marzo del 2015, arrojo que los insectos tenían trazas de
fipronil.
Globalmente, no solo agroquímicos
como este, que en el mercado se conoce con el nombre de Regent (con registro
ICA 780) y está prohibido por la Unión Europea, enferma a las abejas. Ernesto
Bermudez*, ingeniero ambiental con más de 20 años de experiencia en el uso de
plaguicidas, advirtió de otros tóxicos más peligrosos: los neonicotinoides.
“En el 2001 trabajaba para un
laboratorio de plaguicidas, fue cuando llego a nuestras manos el Imidacloprid
(o Gaucho en el mercado). Lo promociones bastante porque parecía ser una buena
solución para erradicar la mosca blanca de la papa, sin dañar a otros insectos
como las abejas”, afirma Bermudez.
Y añade: “Pero nos equivocamos, a
pesar de que el Gaucho se aplicaba a la semilla de la papa, y eso la libraba de
nematodos (gusanos parásitos) y plagas en se adultez, se hacía parte de los
fluidos de la planta, tanto que el néctar quedaba impregnado, y cuando era
llevado al panal, lo envenenaba por completo”.
Siguen a la venta
A diferencia del fipronil, cuyo
diseño es totalmente artificial, el Gaucho imita un compuesto natural que
aleja, sin matar, a los insectos: la nicotina del tabaco. De ahí su atractivo.
Sin embargo, al ser sintetizado en un laboratorio, sus efectos son más potentes
y, en vez de aturdir, aniquila a las plagas afectando su sistema neurológico.
En el 2012, un artículo publicado
en la revista Science por el Instituto Nacional de Investigación Agronómica
de Francia probo, con microchips de rastreo, que hasta en dosis poco letales
los neonicotinoides _como el Gaucho- dañan la habilidad de vuelo de las abejas,
afectando la recolección de miel en la colmena, que eventualmente colapsa por
falta de alimento.
“Y esto lo sabe, o lo tiene que saber, el Ministro de
Agricultura. Pero ambos venenos –el fipronil y los neonicotinoides- siguen a la
venta, y su uso no tiene mucho control. Al parecer, al Estado le importa más el
negocio de los agroquímicos que la conservación del medio ambiente”, señalo Bermúdez.
Cuestión de respeto
El Ministerio de Ambiente, por su
parte, sostiene que el impacto del fipronil y el imidacloprid en especies
indicadoras de ecosistemas favorables, como organismos acuáticos y abejas, ya
ha sido probado, y por lo tanto ambos plaguicidas, como afirma el ICA, “están a
la venta y no han sido cancelados por efectos en la salud ni el ambiente”.
El Ministerio añade que “hasta la
fecha, la Autoridad de Licencias Ambientales (Anla), encargada de que las
actividades de producción contribuyan al desarrollo, no ha recibido denuncias
asociadas al uso de plaguicidas químicos de uso agrícola en Guasca, Cundinamarca”.
Esta respuesta es desalentadora
para los apicultores de Guasca, quienes consideran que es “incomprensible como
la Unión Europea prohibió ambos agroquímicos en el 2013, por su efecto en las
abejas, y en Colombia todavía no”.
Esto también, según Velandia,
reduce las alternativas para proteger
sus apiarios. “Solo nos queda confiar en que los que fumiguen lo hagan
con todas las precauciones. Es cuestión de respeto: hay apiarios ubicados cerca
de cultivos y no les sucede nada, porque no hay abuso de pesticidas. Pero es
mejor no correr riesgos y mudarnos más lejos de los cultivos. Aunque eso
aumenta nuestros costos de producción y venta”.
Tomado del periódico El Tiempo, Sábado 27 de Agosto de 2016
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